jueves, 1 de mayo de 2008

Bicentenario

En la primavera de 1808, cuando las mas altas instituciones del Estado se sometieron al poder de Francia, desde el Rey al Consejo de Castilla, desde el Príncipe de Asturias a buena parte de la alta nobleza, desde altos cargos eclesiásticos a casi todos los Capitanes Generales, pareció que los planes de Napoleón para hacerse con el gobierno de España mediante la intriga habían funcionado. Gracias a su ingenio y a la carcomida e intrigante casa real española, se había conseguido dominar un extenso país sin disparar un solo tiro. Pero contra todo pronostico, el plan le salió mal. La Francia heredera de la revolución olvidó al pueblo en sus propósitos y aquel dramático día los madrileños dijeron no.

El dos de mayo en Madrid fue una explosión de ira acumulada contra unos supuestos aliados que no disimularon sus intenciones imperialistas. Antes incluso del alzamiento madrileño, por toda España se sucedieron incidentes contra la progresiva ocupación silenciosa ante la exasperante permisividad de las autoridades españolas. Sólo el pueblo protestó y sólo el pueblo pareció tener claro lo que se tramaba, hasta que sólo el pueblo se amotinó.

Todos sabemos que la rebelión madrileña del 2 de mayo fue sofocada por las armas ese mismo día, pero su eco se extendió como una llama en un reguero de pólvora. A medida que llegaban las noticias de lo ocurrido en la capital, las masas salieron a las calles en busca de cualquier francés que pudieran encontrar, se levantaron Juntas de Defensa por pueblos, ciudades y corregimientos hasta la creación de la Junta Central que daba a España un gobierno propio a los pocos meses de la coronación de José Bonaparte como rey.

En esos momentos de crisis, sin un gobierno central, las Juntas Locales creadas en el marco de los antiguos reinos peninsulares no se plantearon recuperar antiguos fueros y privilegios aprovechando la situación de anarquía. Esas Juntas, en Galicia, en Cataluña, en el País Vasco, en Navarra, por toda la nación, se declararon ante todo españolas y atacadas por un enemigo formidable que sólo la unión de todos podría vencer. Y esa unión desembocó en el más terrible enemigo al que se enfrentara Napoleón. La Guerra que sucedería a los hechos de mayo, no se ganaría en los campos de batalla, sería una guerra contra un pueblo entero y que acabaría con la vida de 300.000 soldados franceses.

El dos de mayo tiene la fuerza simbólica del fin de una era y del salto a otra, ese día mejor que otro, representa en España el fin del antiguo régimen y el nacimiento de la edad contemporánea. Como bien expresó la constitución de Cádiz en sus artículos uno y dos. La Nación Española es la reunión de todos los Españoles de ambos Hemisferios. La Nación Española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia, ni persona. Ese día comenzamos el camino de la libertad, ese día de forma espontánea el pueblo decidió regir su destino, ese día nació el pueblo soberano.

Desde Ciudadanos no podemos dejar escapar la ocasión de recordar aquel momento en que los españoles, independientemente de su clase social, su lugar de nacimiento o su lengua, decidieron centrarse en aquello que les unía para hacer frente a la crisis. El mismo espíritu rebelde e igualitario, las mismas ansias de libertad nos hicieron nacer doscientos años después. Celebrémoslo.

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